Carmen trabaja el turno de la noche en una maquiladora en Tijuana. Las maquiladoras son las fábricas trasnacionales que vinieron a México por su disponibildad de mano de obra barata. Después de ensamblar televisiones toda la noche, Carmen regresa a una choza que ella misma construyó usando puertas de garage recicladas, situada en un vecindario sin drenaje ni electricidad. Ella padece de mala salud al haber sido expuesta al plomo y otros tóxicos durante sus años en las maquilas. Ella al día gana seis dólares. Pero Carmen no es una víctima. Ella es una mujer dinámica moviéndose para mejorar su vida y la de sus hijos.